Los pigmentos minerales son materia sólida e insoluble, aun siendo triturados se mantienen en suspensión en su aglutinante, sedimentan por la densidad de sus cuerpos de modo que, están constituidos por partículas muy finas y de alto poder colorante, son muy estables y duraderos.
Estos pigmentos también son denominados “inorgánicos” o de origen mineral, son de composición metálica y tenemos mucho menor cantidad de opciones comparados con los de origen natural. Algunos ejemplos de ellos son los suelos de color rojo brillante y amarillo, estos son los tintes más eficaces debido al tipo de hierro presente en esos suelos. El rojo óxido, anhidro, Fe2O3, un mineral de hematita; el amarillo óxido, hidratado, 2Fe2O3· 3H2O, mineral de limonita, etc. Los suelos suelen ser oscuros debido a la materia orgánica o humus, aunque hay otros minerales que a veces resultan en tintes oscuros o colores del suelo.
Así como también encontramos pigmentos extraídos de piedras preciosas, piedras de colores, lajas o metales. Hay pigmentos con la misma denominación pero que se han producido sintéticamente. Otros ejemplos de pigmentos inorgánicos son los cadmios, el azul cobalto y el blanco titanio.
Por sus características físicas, los procesos de obtención difieren mucho de los naturales, de alguna manera es más sencillo pero de modo mecánico, ya que, deben purificarse separándose de otras sustancias u otros cuerpos existentes en el sustrato, es necesario limpiarlos en muchos de los casos y reducirse por medio de moliendas muy finas.
Para su uso como componente de pinturas es necesario crear aglutinantes que los “encapsulen” y de este modo sea más efectiva su aplicación, en el caso de los textiles, debemos crear un medio mordente y de “sellado” químico y natural tanto en el tinte como en las telas.
El pigmento mineral ha sido a través de los años una muy buena elección colorante, aun se utiliza en muchos países tanto para decorar exteriores como para teñir textiles.
Es una opción que vale la pena retomar.